Eduardo Marturet: “Venezuela siempre suena a algo bello y optimista, pero hace falta que suene más duro”
Eduardo Marturet es un personaje total. El mundo lo conoce por su…
Eduardo Marturet es un personaje total. El mundo lo conoce por su habilidad innata para dirigir orquestas. De esa forma se ha forjado un nombre en los círculos musicales más importantes del mundo.
Más allá del traje y la batuta, Eduardo Marturet es alguien que va por las calles sin vanidades. La informalidad y jovialidad en su estilo de vestir lo dicen todo. Su conexión con la música empezó desde muy pequeño y antes de llegar a los 10 ya tenía una banda de rock en la que se desempeñaba como baterista.
Con cada vibración de los instrumentos, el pequeño Eduardo encontró en la música un estilo de vida que, a los 16 empezó a explotar con clases de piano, así se dio a conocer en los escenarios de la capital venezolana.
En 2006 El Nuevo Herald definió su estilo como “ágil, mercurial y a veces eléctrico”. Uno de los tantos honores que en su larga carrera ha escuchado al que llaman, el “maestro”, en una especie de nombre de pila. Siempre primero que Eduardo o simplemente, maestro Marturet.
No obstante, cuando se baja del escenario deja los egos. Siente que es necesario hacerlo. Lleva una vida normal y, aunque parece extraño, no escucha música. Ni en su casa, ni en su carro. Afirma que lo volvería loco hacerlo las 24 horas del día, por eso cuando prende la radio, lo único que su aparato auditivo consume son las noticias.
Eduardo Marturet se define como un venezolano que ha tenido la suerte de vivir a través de la música, un mundo global que le ha enseñado muchas cosas buenas.
Entre esos aspectos buenos, el maestro destaca el comprender mejor a la gente, compartir más con ellos y entender que el mundo está lleno de diversidad y que hay que aceptar que las personas piensan diferente.
Sin hacer regresiones asegura que en otras vidas debió ser músico, porque siempre sintió esa atracción que se consolidó cuando oficializó sus estudios como músico. Para ese entonces quería ser un pianista concertista.
Pero, Venezuela y el mundo están llenos de talentos, pero no todos los talentos son catapultados al éxito, sin embargo, Eduardo Marturet lo logró.
“Haber tenido la oportunidad de estudiar en Inglaterra, dominar el idioma y haber dirigido en muchos países me dio la experiencia para internacionalizarme”, explica.
El maestro ha tenido el honor de dirigir las orquestas de muchos países y lugares de prestigio. La primera fue la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, en Caracas durante 1978. Luego siguieron otras más como: Symfoniorkester i Stavanger (Noruega), la Berliner Symphoniker (Alemania) y la Orquesta Sinfónica de Buenos Aires (Argentina).
Ahora se desempeña en la Orquesta Sinfónica de Miami, conocida en sus siglas en inglés como (MISO) y en donde lleva 14 años.
Aún cuando parece que lo ha logrado todo, el maestro explica que una vez que llega al sitio que desea le deja de parecer interesante “Cuando llego a ellas pierdo el apetito”.
Este apetito no desaparece y aprovecha la oportunidad para citar al escritor Oscar Wilde al decir, “Hay una gran diferencia entre ambición y apetito”.
Cuando explica la frase dice que tiene la ambición de ser mejor y lograr las cosas, pero no tiene el apetito para hacerlo, porque el éxito a su juicio no es una meta, sino un resultado.
Esta ambición no lo ha enceguecido y la humildad lo mueve, porque admite que si el director de orquesta fuese el mismo que hace mercado y sale a pasear por las calles sería “insoportable”.
Como un conocedor de música no cree que exista música clásica o música popular, sino música buena y mala, por lo que las diferencia de forma simple. “La buena es la que suena bien y está bien tocada y la mala es todo lo contrario”.
Cuando hace esta explicación enfatiza que los ritmos nuevos ante los cuales la juventud siente afición, no necesariamente tienen que ser malos, porque repite: “Si está bien tocada no es mala”.
Y sobre la juventud dice que ahora lo milleanials no clasifican la música, sino que la consumen toda por igual, por lo que ahora hay más oportunidad de una diversificación auditiva.
Pero cuando tiene que hablar de esta diversificación en territorio venezolano se cierra un poco y admite que le cuesta dar una opinión, porque no hay opciones en su país y la música es libertad y mucha expresión, puesto que el arte esta hecho para generar crítica y un llamado inmediato a la acción de pensar.
Sin embargo, considera que a pesar de esto, el oído del venezolano no necesita educación porque siempre va a percibir lo mismo. “Hace unos años compuse una versión triste del Himno Nacional que se llama Memorias de un Bravo Pueblo y así pasen 10 años siempre percibirán esa tristeza”.
Con respecto a Latinoamérica detalla que se está haciendo música muy directa, sincera y que no existe una diferencia real con Europa, porque es un continente que nació muchos siglos atrás.
Pero exponentes como él ayudan a potenciar al nuevo mundo, como lo llamo en su momento Cristobal Colón y el mejor ejemplo es su trabajo en MISO, equipo al que llegó cuando la orquesta era simplemente un espacio musical para la comunidad.
La transformación de la sinfónica lleva el sello Marturet y siente orgullo de haber sido participe de ese cambio. “La Orquesta se ha ganado a pulso llevar el título de la ciudad, a pasar de ser una orquesta de aficionados, a una de profesionales y es algo que los ciudadanos reconocen en la calle y te señalan porque hay una conexión con la música”.
El reconocimiento ha sido tan grande que la cadena de televisión Telemundo escogió a la MISO para realizar la banda sonora de la aclamada segunda parte de la serie La Reina del Sur, protagonizada por Kate del Castillo. En este sentido, Eduardo Marturet traspasó una vez más las fronteras y viralizó el poder de la música en la televisión y en plataformas como Netflix, en donde también se transmite.
Eduardo Marturet considera importante vivir en el presente y no en otros tiempos, algo que considera como un privilegio en la actualidad, sin importar lo que esté haciendo.
Cuando se para en un escenario sigue teniendo nervios y esas mariposas en el estómago que revolotean, considera que es necesario sentir toda esa adrenalina porque el no hacerlo le haría pensar que algo anda mal.
No se atreve a afirmar ni a negar que es un grande. “Ese trabajo déjaselo a los otros. Yo no estoy en posición de decirlo”, responde con una risa apenada. No obstante, su trayectoria habla por si sola.
Tener más de 60 grabaciones discográficas, haber recibido la medalla al mérito en el Congreso de Estados Unidos, la composición de la banda sonora de la película venezolana Miranda de Diego Risquez y Oriana de Fina Torres y la dirección de más de 30 orquestas a nivel mundial dejan clara su carrera.
Cuando se le pregunta una canción que lo describe, en seguida trae a colación “With a Little Help my Friends de The Beattles”. Su paisaje favorito es El Ávila, Y, en especial, le encantaría tocar música para los venezolanos que sufren ante la situación de su país.
Con un sentimiento de arraigo afirma que Venezuela siempre suena a “algo bello, bonito, optimista, pero hace falta que suene más duro. Así que deberíamos cantar todos juntos Venezuela, para que se escuche bien fuerte”.