Enay Ferrer: “Soy un artista con una profunda necesidad de entenderse”
Corrían los primeros años. Desde el horizonte, los largos brazos de la…
Corrían los primeros años. Desde el horizonte, los largos brazos de la civilización llegaban a su tierra para asirla con afán violento. De esa lucha tan solo quedarían los negros trazos como estelas dormidas sobre la tierra; negros caminos que, más tarde, raptarían el genio del artista aún dormido sobre los brazos de la niñez. Su destino ya estaba signado, su tranquilidad había sido sacudida por una inquieta ilusión: Crecí en Maturín, acompañado de mi legión de santos, entre la dicotomía de un entorno definitivamente violento y la mirada lúdica de los niños. Siempre fui un soñador, un ilusionista y contra esa fuerza no se puede. Recuerdo que de niño solía encerrarme en mi habitación y dibujaba por horas haciendo referencia a mi entorno, transformando lo que no me gustaba mediante el dibujo. Mi vida está llena de nostalgia, estoy hecho de retazos de memoria.
Fue así como los destellos tempranos se alimentaron del entorno para construir el imaginario inagotable de Enay Ferrer. Ninguna silueta desconocida, ninguna sombra siniestra podía ya perturbarlo porque había sido destinado s sufrir las peripecias y ganancias de un largo viaje hacia su propia naturaleza, un viaje al parecer interminable. Aquellos caminos lo llamaban, invocaban su nombre a gritos: Soy un artista con una profunda necesidad de entenderse o, quizás, soportarse. Me encanta que el ejercicio de taller este lleno de resistencias esto convierte el proceso creativo en algo personal, casi como una cuenta pendiente en el barrio. Pinto, pinto y vuelvo a pintar, llevándome solo el hecho de haber vivido el proceso en una especie de grito de salvación. No pretendo convencer a nadie, no es mi interés. Uno de los aspectos que valoro es la autonomía por la interpretación plural de los lenguajes artísticos. En cuanto a mis trazos más que infantiles son instintivos, eufóricos, emocionales; los necesito así para estar en paz conmigo mismo en una especie de alianza, de despojo.
El rapto estaba consumado. Los largos brazos de la urbe lo cautivarían con su vaho de violencia y desenfreno. El artista, dejaría lo conocido para sumergirse en un mar de luces nocturnas cuya belleza incierta proviene del caos y la barbarie: Siempre he tenido una obsesión por la animal, por lo salvaje como condición humana que establece normas de comportamiento mediante las cuales operamos. Los santos y los héroes han sido una constante en mi obra. Relacionar lo religioso y lo político en una especie de devoción y reclamo. para rescatar nuestra independencia existencial haciéndonos individuos críticos y conscientes de nuestra propia humanidad. Individuos que comprenden y reconocen su entorno fragmentario. Individuos que lo sufren y lo llevan a cuestas. En ese sentido, Enay se desdobla para mostrar el rostro del otro que lo habita, un rostro lleno de ira y de miedo. Uno y múltiple, retrato y autorretrato del caos: Lo que me diferencia de unos es lo que relaciona con otros. Comparto la apasionante apuesta por la pintura en estos tiempos con un pequeño grupo de amigos: Starsky Brines, Paul Parrella, José Vívenes y Jonidel Mendoza. Esa apuesta, definitivamente, nos diferencia en gran parte de otros artistas de nuestra generación.
Una apuesta que, en su caso, se compromete con una búsqueda interna, con una necesidad de representar el otro dentro de sí mismo. En esa búsqueda, el artista descubre el germen de su naturaleza ambigua, una naturaleza cambiante: Bajo la curaduría de María Elena Ramos y con un hermoso e invaluable equipo de trabajo de Beatriz Gil Galería, mi más reciente propuesta, titulada ‘Con los santos no se juega’, se presenta este 20 de noviembre. En ella me plantee, más por desahogo, desarrollar un trabajo de investigación mediante la práctica de la pintura, desde el ejercicio de taller en la idea de ‘Falsos héroes’ que, a su vez, tomaron una investidura de juego fatídico a partir de la manipulación y desmitificación de la imagen heroica como autorrepresentación del estado, estableciendo una relación entre lo religioso, lo político y la memoria. Las individuales para mí, más allá de la culminación de un ciclo creativo, corresponden a una necesidad de evaluarme como individuo. Yo no escojo el momento de hacer una individual, un estado de implosión en mi proceso humano me obliga a hacerlas en una especie de despojo.
En su juego de distancias y cercanías, Enay Ferrer establece su lugar en el mundo, pero también su lugar en los otros. Se reconoce como parte de un todo, un individuo conectado a una infinita red de sucesos pasados y presentes. El artista que, al mismo tiempo, crea y es parte de un legado: Sí, estos artistas son referencia en mi obra. Definitivamente, el arte es una herencia. ¿Qué le debe la humanidad a Basquiat? Sinceramente creo que nada. Ahora el arte –y específicamente la pintura– ha dado un gran aporte, nos ha hecho volver la mirada a esa forma descarnada, visceral de ver la pintura en tiempos poco más actuales. El futuro del arte en una sociedad gobernada por opresores no es otro que el de la resistencia.