Faride Mereb: “Mi trabajo está más asociado a la sensibilidad que al conocimiento”
No hubo puntos de partida. No hubo, siquiera, un indicio del encuentro….
No hubo puntos de partida. No hubo, siquiera, un indicio del encuentro. No hubo caprichos ni deseos repentinos, ni búsquedas. Antes que ella, el don aguardaba en silencio, atento como un animal peligroso que ansía su presa. No hubo nombres, ni reproches, no hubo quejas. Solo un fogonazo. Cuando su memoria hace cuentas no puede hallar un instante en el que no se sintiese posesa: De pequeña recuerdo que fui asistente de la bibliotecaria del colegio y siempre sentí particular empatía con los libros. Hacía pequeñas revistas a mano, las engrapaba y coloreaba sus portadas. Muchos años después, cuando hice el recorrido por la Escuela de Diseño como estudiante de la carrera, me mostraron que los diseñadores hacían libros, logos y muchas otras cosas. En ese momento, quedé asombrada al darme cuenta de la capacidad que podía llegar a tener una persona para crear. Eso me llevaría, más adelante, a estudiar arte, entre otras cosas. Por eso, no creo que el gusto por los libros haya sido, en mi caso, algo repentino, sino algo que siempre estuvo allí.
Una vez consciente de sí misma, la gobierna el deseo, una necesidad imperante: crear. Pero lo haría a contra corriente como quien se niega a la razón. No seguiría pasos, no habría encrucijadas porque crearía su propio camino. Así, al mirarse al espejo, no vería más que el norte, un destino ambicioso pero acorde a su sed: Letra Muerta es mi proyecto de vida con el cual, en cierto modo, siento que he invertido el orden de las cosas. Si bien hay una tradición muy marcada en muchas de las cosas que hago o que he aprendido en Ex Libris con Javier Aizpurua, hay otras que han surgido de la misma ignorancia, de una manera empírica. Cuando presenté el primer libro de Miyó Vestrini, ni siquiera sabía cómo era el tema de la distribución, de las facturas fiscales. Cuando repartí los primeros ejemplares, estuvieron como dos semanas en una sola librería y todo el mundo empezó a llamar para pedirlos. Luego, cuando iba a emitir el pago no tenía facturas. Al fin y al cabo, lo único que quería era hacer libros, pero no sabía de cuentas, no sabía de nada más. Por fortuna, a pesar de invertir el orden de las cosas, los resultados fueron favorables. Finalmente, hice todo diferente a como se supone debería hacerse y ya eso es algo más asociado a la sensibilidad que al conocimiento. Fue esa sensibilidad aparte la que la llevaría a conocer los secretos del mundo. Las voces olvidadas -aquellas cuyos poemas guardaron silencio, cuyas palabras se hicieron herméticas- terminaron hablándole al oído.
Sin notarlo, Faride había sido destinada a ser oficiante de un rito. El sol se había posado en su frente para que el beso de la deidad le concediera el don. Ella sería la sacerdotisa, la mismísima Pitia reencarnada y su oráculo tendría muchas voces: El trabajo de edición también debe procurar el respeto hacia el autor, ya que éste no está para defenderse. En ese caso, se debe consultar con la familia para ver qué cosas pueden o deberían o no publicarse, sobre todo cuando son textos inéditos porque cuando son reediciones ya han pasado por ciertos procesos. Son criterios diferentes. Esto no solo aplica para las publicaciones impresas –los libros– sino también para las de otro tipo, ya que nosotros disponemos de una plataforma de difusión digital archivística conformada por nuestra página web y nuestras redes sociales. Allí también estamos publicando contenido que es de carácter inédito. En ese sentido, se debe tener mucho tacto con estos textos y con este material. Por otra parte, es un oficio envidiable, sí, pero también mal pagado. Es muy difícil que te financien una investigación e incluso trabajar en el área investigativa y más en el área de archivo. Afortunadamente, estoy tan de la mano con el proceso de producción editorial que puedo hacer mis cálculos de tiempo para poder investigar y que eso sea rentable. Por ese lado estoy bastante agradecida.
Así, sin más, ocurrió el primer trance y la voz de Miyó se adueñó de ella. La misma mujer que hablaba de Giovanna ahora brotaba de sus labios en busca de otros oídos. Faride sabría dónde llevarla, a qué rincones acudir para hacerla retumbar a su antojo. El encuentro, que parecía una casualidad, distaba mucho de serlo por la total sincronía: Estoy en el mundo editorial desde los dieciocho años, aproximadamente. En un principio con el interés cuando estudiaba diseño y bueno, posteriormente trabajé con varios grupos literarios: la Universidad de Carabobo, por ejemplo, y otras instituciones; en eventos durante la Feria del Libro y, además, hice talleres literarios, hasta que un día me ofrecí a diagramar unas cosas y tuve la suerte de conocer algunos autores que no conocía. Aunque parezca raro, yo veo como una fortuna que mis amigos nunca fueran de la Escuela de Diseño sino que todos siempre fueron de letras o de literatura. En alguno de nuestros encuentros, me topé con unas fotocopias de Miyó y me intrigaron porque nunca había escuchado hablar sobre ella, así que empecé a investigar sin conseguir nada. Entonces fue cuando se convirtió en una especie de proyecto. Hanni Ossott decía que ‘cada persona carga con un autor’. Definitivamente, yo he cargado con Miyó y todavía falta camino. No solo con ella sino con todos los autores a los que yo pueda servir de mediadora para propagar su obra por medio de la editorial. Tengo un compromiso. No soy poeta, pero como lectora me parece que puedo dar una perspectiva diferente de todos estos contenidos.
Pero la voz de Miyó era vasta. Su poesía ya había tocado muchos rincones, se hallaba propagada, negada a regresar. Ante las vicisitudes, Faride encontró apoyo en los testigos de su huía: No es curioso porque siempre me sentí atraída por los poemas de Miyó, pero Pedro Llorens en vísperas de la publicación de ‘Es una buena máquina’, me dijo: “Te apoyo en esto que estás haciendo pero, para mí, tiene que salir la obra periodística de Miyó de alguna manera”. Así inició una investigación intensa, ya que Miyó fue una periodista tan prolífica que de hecho ganó el Premio Nacional de Periodismo en dos oportunidades (en el 67 y en el 79). En ese sentido, podría decirse que había muchas facetas de esta obra dispersas en el diario La República, en El Universal, en El Cohete con el periodismo infantil. Además, ella también fue directora de Papel Literario en El Nacional y estuvo en el Diario de Caracas. De todos sus artículos de prensa me sorprendió su trabajo en la columna ‘Al filo de la medianoche’ por los titulares y por mostrar entrevistas muy íntimas. Los títulos, en particular, parecían prosa poética. Todo eso denotó para mí una manera muy sencilla de limitar lo que yo iba a publicar: artículos con un sentido estético altísimo que se acercaban más a una especie de ‘periodismo poético’, por así decirlo. El término correcto es ‘periodismo literario’, pero para mí parece prosa.
Luego de esa primera experiencia, sobrevino Ida Gramcko. Su voz también buscaba ser reivindicada y Faride sería, una vez más, la mirada afortunada que viajaría al pasado de su mano: Para mí fue una sorpresa porque no había leído a Ida Gramcko sino hasta como hace año y medio y lo hice a través de una investigación que llevó a cabo Rebeca Pérez Gerónimo con quien me reuní a mediados del año pasado y ella me puso en contacto con Gabriela Kizer. Ambas me guiaron. Fue como encontrar a alguien que tenía tiempo haciendo lo que yo estaba haciendo con Miyó, pero con otra autora. Por eso, para mí la manera de percibir este proyecto fue más desde el punto de vista del aprendizaje: mientras iba trabajando el libro, iba aprendiendo también. Tuve la oportunidad de ir leyendo varias cosas de Ida y sobre Ida y me siento bastante contenta con el resultado. Creo que logré interpretar, logré hacerle justicia a sus palabras porque también sus lectores han sabido ver en esta nueva publicación una Ida que si bien está siendo publicada en este contexto no pierde su esencia original.
Y solo estamos hablando del inicio. Letra Muerta apenas brota del genio de Faride quien se compromete a dar lugar a otras voces. Ante la incertidumbre del futuro, su deseo no retrocede. Es el mismo fuego abrasador que la habitaba, que la habita y que hace de su presencia un hogar para los que ya no están: No tengo la menor idea qué rumbo tomará Letra Muerta, pero ya estamos trabajando en un cuarto libro y ya hemos estado anunciando las traducciones de los anteriores. De hecho, ya tenemos la de ‘Es una buena máquina’ al inglés y esperamos la traducción al francés. Con respecto a Ida, queremos sacar su libro en inglés y alemán. Hemos hablado también con Luis Miguel Isava para ver qué posible trabajo en colectivo puede resultar de todo esto. Aunque hemos avanzado, es difícil porque siempre sucede que, antes de continuar con las traducciones que hemos prometido desde el primer libro, sale otro proyecto a nivel nacional. Por eso, esperamos que se vaya incorporando más gente al equipo para poder hacer más cosas en simultáneo. Por ahora, me alegra saber que ya no estoy sola sino que otros me acompañan.