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Manuel Mérida: “Yo soy la obra y la obra soy yo”

El maestro ha respondido este cuestionario a mano, pregunta por pregunta. El…

Por: Jorge Limón
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Manuel Merida. Foto: Luz Pérez-Ojeda

El maestro ha respondido este cuestionario a mano, pregunta por pregunta. El maestro me ha tratado de usted, como si yo fuera un longevo señor. El maestro está muy acostumbrado a los franceses, que cuando no conocen a una persona, jamás la tutean en el primer saludo. El maestro nació en Valencia, estado Carabobo, Venezuela, el 25 de noviembre de 1939. Manuel Mérida, el maestro, es un pintor, un artista de medios mixtos, un escenógrafo, un diseñador industrial y gráfico, un profesor, un director de arte, un personaje de peso ligado al cine. Al maestro se le ve estrechando las manos, frente a una pieza suya, con los actuales príncipes de Mónaco; su obra ha sido escogida por la maison  Hermès para decorar vitrinas y salones; las villas de lujo Cheval Blanc Randheli, en las islas Maldivas, lo tienen por preferido; desde 1952 ha cosechado premios formidables allende fronteras… y sin embargo, lejos del marketing Cruz-Diez, aquí en Venezuela apenas una pequeña élite ilustrada sabe de él. ¿Alergia a la presunción o es el proceso de un artista tímido?

Manuel Merida. Foto: Luz Pérez-Ojeda

Y el maestro responde que, de todas maneras, los acontecimientos son diferentes para cada individuo y no aplicables por igual para todo el mundo; que cada quien tiene su propia historia y sus propias circunstancias. El maestro Carlos Cruz Diez, aparte de ser un gran trabajador y un gran creador, es y ha sido un gran comunicador, y sobre todo, consejero y amigo de todas las personas que han tenido contacto en un momento dado con él. Ciertamente, soy un poco tímido y menos comunicativo, pero puedo decir que a través de mi obra hay una gran comunicación con el espectador, y esa es mi fuerza. Yo soy la obra y la obra soy yo.

El maestro recuerda muy poco su infancia, pero piensa que no se diferenciaba de la de ningún otro niño de la época. Confiesa que no le gustaba estudiar pero sí tenía un gran interés en dibujar, lo que le permitió que las maestras de escuela se interesaran en él a pesar de su desánimo por el estudio. Tampoco consigue ofrecer alguna anécdota que nos haga pensar en que desde temprano tuvo vocación por el arte, pero insiste en que siempre tuvo gran tendencia para dibujar, copiar, imitar imágenes. Podría decir que mi abuela Daria, a quien yo quería mucho, escribía poemas en sus tiempos libres, me los leía, y al mismo tiempo me mostraba imágenes. Sin duda alguna me influenciaron en el mundo del arte.

La obra de Manuel Mérida en el hotel de lujo Cheval Blanc Randheli, Islas Maldivas. Foto: Cheval Blanc Randheli

Así como su ciudad natal tuvo que haber surtido algún influjo en esa sensibilidad, aunque advierte que más que Valencia en sí, señalaría la escuela de Bellas Artes que lo formó desde muy joven, desde el curso infantil donde estaba reunida la escuela de música de ballet, donde hablaban, discutían sobre el arte en general. El maestro realizó estudios en la Escuela Arturo Michelena (1952-1959), donde fue discípulo de Braulio Salazar y Claudio Mimó. De Braulio Salazar nunca tuve secretos que otros alumnos no supieran. Podría decir que en las clases de Bellas Artes se comunicaba con todos por igual; sin embargo, es verdad que en algunos casos se interesaba por mis obras y me daba muchos consejos que aún aprecio profundamente.

Cercle bleu outremer, 2011. 120 cm de diámetro. Foto: Mathieu Ferrier

Su adolescencia estuvo marcada por el trabajo: desde muy joven repartió periódicos en una bicicleta (Diario La Religión), pintó letreros para Coca-Cola (no duró mucho tiempo por falta de experiencia, avisa), fue ayudante letrerista del pintor Luis Guarenas, luego dibujante en el diario El Carabobeño, escenógrafo en Radio Valencia Televisión. Después, como adulto, hice múltiples trabajos, resume humilde quien tiene un palmarés formidable a cuestas (incluido el Premio Ville de Vitry, 1973).

Valgámonos in extenso del Proyecto Vereda de la ULA, en este y los siguientes dos párrafos, para ilustrarlo: entre 1961 y 1962 diseñó zapatos para la Rex y realizó anuncios publicitarios. En esa época, su pintura fue reconocida en el Salón Arturo Michelena; entre 1965 y 1966 expuso composiciones con superficies ricas en materia y predominio de empaste como “Pintura 66 B” (Premio Arturo Michelena, 1966) o los grandes formatos de cubos entrelazados con formas semiorgánicas o semimecánicas realizados con placa y salpicado, expuestas en la Sala Mendoza (1966). Hacia 1967 empieza a suprimir la factura gestual en su obra para iniciar su serie de estructuras. En 1968 concluyó sus trabajos en televisión y se residencia en París donde permanecerá cinco años. A su regreso a Venezuela, en 1973, expone Obras 1968/73, cajas manipulables “de un carácter cinetista muy singular, cajas casi planas llenas de fina arena y que giran con apariencia de cuadros frente al espectador, hasta combinar una incesante orografía, de naturaleza sutilmente poética” (Juan Calzadilla, 1975).

Manuel Merida. Foto: Luz Pérez-Ojeda

Mérida llamó esas obras “polvo moviente y catálisis”. En 1975 produjo, junto con Max Douy, la escenografía y decorados del largometraje Le Sauvage, de Jean-Paul Rappeneau y trabajó en los decorados y ambientaciones de dos documentales realizados por la Televisión Francesa con colaboración de la OCI sobre la vida del Libertador: Bolívar: libérateur d’un nouveau monde, de Alain Boudet. Al año siguiente expone en el MBA grandes telas y papeles arrugados (llamados Rugopanishads) que, colgados como tapices, producían juegos de texturas y efectos lineales; asimismo elabora los decorados para el largometraje venezolano-francés El cine soy yo, de Roche. En 1977 es nombrado jefe del departamento de escenografía de RCTV.

Y así pudiera seguir con: en 1983 se retira y vuelve a París por segunda vez, donde actualmente reside. En este período, contrae matrimonio con la francesa Cristina Malcusinsky, hija del pianista polaco Witold. En Europa, Mérida ha merecido el reconocimiento de la crítica del medio artístico cultural, especialmente en París, donde se desarrolla principalmente como escenógrafo, elaborando trabajos para publicaciones periódicas (Marie Claire y Le Figaro, entre otras), importantes fotógrafos (entre ellos Joel Laiter y Julio Donoso), cine, publicidad y televisión. En el cine ha trabajado en largometrajes realizados por Robert Kramer, director norteamericano residenciado en Francia. Paralelamente ha realizado exposiciones colectivas en Europa. Como artista plástico, se ha destacado por obras de carácter experimental que buscan la movilidad de la materia mediante el cinetismo y la creación de “manipulables”.

Cercle blance de Titane. Foto: Luz Pérez-Ojeda

Así, pintura, medios mixtos, diseño gráfico, diseño industrial, orografía y escenografía pueblan el inventario del maestro. Pero el maestro es humilde e insiste en que lo suyo es un continuo aprender. En mis obras hay un poco de todo lo que usted describe. Mis obras están compuestas de todas estas cualidades, forman parte de mi aprendizaje y yo las manifiesto constantemente en mis instalaciones, sobre todo en la escenografía, que siempre formó parte de mi trabajo cotidiano durante muchos años, en Venezuela y aquí en Francia. El maestro es humilde y de repente echa hacia atrás para complementar que, en esa infancia que poco recuerda, de su padre tiene muy poco que contar puesto que nunca formó parte de su familia. Escasamente lo veía, obligado por mi madre que me empujaba a verlo o cambiar una relación forzada. En cuanto a mi madre, mis relaciones eran muy poca comunicativas. Yo creo que esta situación creó en mí una gran fuerza de comunicación a través de las imágenes. A través del arte.

El maestro afirma que su método de trabajo está más cerca del de un pintor gestual que del de un artista cinético constructivista. El maestro explica el acertijo: Mi fuente artística proviene del tachismo, es decir, del informalismo. A partir de 1968, ya instalado en París, comienzo en el taller de Carlos Cruz-Diez a hacer pequeñas búsquedas de movimiento. Tratar de encontrar soluciones nuevas, ciertamente basado sobre mis viejos conceptos de la materia y del color. Al final encontré ciertas soluciones que consistían con materias en movimiento real; desde luego, en contradicción con el movimiento cinético constructivista: desplazamiento, vibraciones, reflejos, planos en movimientos, etc.

Cercle rose Tyrien, 2011. 120 cm de diámetro. Foto: Mathieu Ferrier

El maestro –cuyas obras forman parte de la Archer M. Huntington Art Gallery, Universidad de Texas; Ateneo de Valencia, Edo. Carabobo; Banco Mercantil, Caracas; BCV; GAN; MACMMA;  Mamja; MBA y el Museo Soto– opina sobre los trabajos de Jeff Koons y Damien Hirts advirtiendo que el primero dice que cualquier persona puede contemplar sus obras sin tener conocimiento del arte, en lo cual yo estoy completamente de acuerdo. Sus obras están inspiradas en el ready made que Marcel Duchamp introdujo al mundo del arte. A pesar de que todo esto es el sumo de la cursilería, los más grandes museos del mundo lo exponen. Símbolo de lo banal, es un hombre que sabe hacer arte y vender. En cuanto a Damien Hirst, obsesionado por la muerte, tengo poco interés pero sin duda es un gran artista.

Cuando se le pregunta que para qué sirve el arte en nuestras vidas, el maestro responde que el arte es un extraordinario instrumento de comunicación, y de una capacidad humana básica para nuestra sociedad. El arte hoy tiene soportes técnicos, no se requiere destreza manual. Las obras pueden ser fabricadas por máquinas, esto en ningún sentido me molesta. El arte es pensamiento, y siempre ha estado basado en un concepto personal. Que tú intervengas o no, no tiene importancia. Eres tú el creador. Pero el arte hoy también tiene como consecuencia la confusión: sobre qué es arte y qué no lo es. Esta confusión se la debemos al gran maestro Marcel Duchamp.

Mérida vernissage boutique Hermès, París. Manuel Merida. Foto: Luz Pérez-Ojeda

Acerca de la resistencia que le ponen los materiales, don Manuel Mérida, el maestro, le maître, le connoisseur, dirá que aunque no es ingeniero mecánico, su experiencia cotidiana le permite controlar el funcionamiento de sus obras, que están compuestas de diferentes materiales, como madera en gran parte, vidrio, aluminio, arena, pigmentos, etcétera, y en especial un motor reductor central que pone todo en movimiento y que resiste todo el peso en desequilibrio constante. Es un edicto: sus obras se adelantaron al futuro. Arenas movedizas de un presente premonitorio, círculos de paisajes abstractos que trascienden, poesías mutantes que reconstituyen la naturaleza, discos cambiantes de materia gris a todo color… lo suyo es movimiento real, sin artificios, cero ilusión óptica. En Manuel Mérida, si algo hay es un acontecimiento de materia y color.

Manuel Mérida con los príncipes de Mónaco en el baile de gala de la Cruz Roja. Foto: www.royalmonaco.net

Instalado en sus estancias de Neuilly, una ciudad bourgeoise bohème al noroeste de París y en la orilla derecha del río Sena, el maestro alegará que, sin conocer si en el futuro del arte aparecerán cuadros flotantes como en Los Supersónicos, al menos existe una gran obra del artista Christo, recién hecha, que se trata de una enorme tela amarilla que cubre lo largo de un lago italiano, por la cual se puede caminar y cuyo título es Floating pier. También existen las cabinas de color de Cruz-Diez… Yo creo que, sin ir muy lejos, estamos viviendo el futuro del arte. (Qué humilde el maestro que no se incluye en el inventario de ese futuro en que él y sus círculos precursores, desde esa forma infinita, permiten, cuando giran, evidenciar por primera vez el movimiento de la materia interior. Y no de la forma exterior, al contrario de un cuadrado, que al girar se ve más la forma exterior que la interior. El maestro es otro tipo de futuro, uno zen, uno que parte desde dentro para siempre regresar hacia delante).

Manuel Merida. Foto: Luz Pérez-Ojeda

Agradecimientos especiales: Milagros Maldonado Blaubach, Carlos Cruz-Diez y Luz Pérez-Ojeda.

Manuel Mérida