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Frida Kahlo: memoria de un cuerpo

Nacida mil veces  –Esta que ves, mirándote a los ojos, es un…

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Frida Kahlo por Nickolas MurayFoto: nypost.com

Nacida mil veces
 –Esta que ves, mirándote a los ojos, es un engaño. Bajo los labios que jamás sonríen se alinean dientes podridos, negros. La frente amplia, coronada por las trenzas tejidas de colores, esconde la misma muerte que corre por mi esqueleto desde que me dio polio. Mira, veme bien, porque quizá sea ésta la última vez que me veas* –  dijo la mujer de los secretos, la antigua ocultadora, la diosa Coatlicue reencarnada en cuya larga falda no anidaban ya las serpientes, sino el dolor de ser una y múltiple. Habló desde el regazo azul de su casa, donde vino y se fue de este mundo para vivir eternamente en su obra, con todos sus colores bebiendo del pecho de su nana. Tenía muchos nombres: Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, fue hija de Matilde y Guillermo, esposa de Diego, simplemente Frida para él y para la historia.

Frida Kahlo a los 12 años. Foto: museofridakahlo.org.mx

Frida Kahlo a los 12 años. Foto: museofridakahlo.org.mx

Vino al mundo el 6 de julio de 1907 y no en 1910, como afirmó tantas veces por un capricho de su alma. Al igual que su contexto, Frida resultó sublevada; la naturaleza la quiso subversiva para que le hiciera frente a la insistente persecución de la muerte. Sin embargo, no la libró del sufrimiento. El ritmo de sus primeros pasos estaría marcado por una enfermedad infecciosa tan común como agresiva. A los seis años inició su peregrinación con una primera parada: polio. He allí el inicio de la desintegración: Su pierna derecha adelgazó mucho y el pie se quedó atrás en el crecimiento. A pesar de que el padre la animaba a hacer regularmente sus ejercicios de gimnasia terapéutica para fortalecer los músculos debilitados, pierna y pie quedaron rezagados. Una enfermedad que ella intentaba ocultar, de joven bajo pantalones, más tarde bajo largas faldas mexicanas. Si en su niñez la llamaban «Frida la coja» —algo que la hería mucho—, posteriormente despertaría admiración con su aspecto exótico.**

Copia del Acta de Nacimiento de Frida Kahlo. Foto: www.rcivil.cdmx.gob.mx

Copia del Acta de Nacimiento de Frida Kahlo. Foto: www.rcivil.cdmx.gob.mx

Frida Kahlo junto a sus hermanas. Foto: museofridakahlo.org.mx

Frida Kahlo junto a sus hermanas. Foto: museofridakahlo.org.mx

El hilo magnético que la mantenía sujeta a este mundo se había roto para siempre. En la orfandad absoluta, los estragos de la enfermedad le darían otra identidad, le darían una categoría, la negarían la posibilidad de estar a la par de muchos, la llevarían por los caminos de la crueldad y la burla. A pesar de ello, la vida consideró que no había sufrido lo suficiente. Una vez que sobrevivió a las humillaciones y que vivió los avatares de ser distinta, una especie de muerte social, sufre una segunda muerte. El 17 de septiembre de 1925, casi 12 años después de la polio, el autobús donde regresaba a casa colisiona con un tranvía, dejando un saldo lamentable en su cuerpo que, como un animal rencoroso, le reprocharía para siempre. Ese día, Frida celebró sus nupcias con el dolor.

Foto: fotografica.mx

Foto: fotografica.mx

Luego del accidente en 1925, el cuerpo de Frida cambió: los dolores fueron una constante y terminaron influyendo en su deseo de ser madre. En los primeros de convalecencia, sus padres dispusieron un caballete que se adaptaba a la posición horizontal que debía mantener. Lo que comenzó como un pasatienpo terminó convirtiéndose en su pasión. Foto: smoda.elpais.com

Luego del accidente en 1925, el cuerpo de Frida cambió: los dolores fueron una constante y terminaron influyendo en su deseo de ser madre. En los primeros de convalecencia, sus padres dispusieron un caballete que se adaptaba a la posición horizontal que debía mantener. Lo que comenzó como un pasatienpo terminó convirtiéndose en su pasión. Foto: smoda.elpais.com

Tres meses en cama –uno de ellos en el hospital– harían del tiempo su aliado. Fue allí cuando sus padres, sin saberlo, oficiaron la ceremonia de transformación. Él le prestó sus colores y su paleta; ella mandó a construir el famoso caballete que le permitiría pintar en posición horizontal. De ambas ideas surgió el balanquín con espejo que reposaba sobre su cama como una especie de portal hacia su interior. Allí, en su reflejo, Frida encontró a la otra Frida: Mi padre tenía desde hacía muchos años una caja de colores al óleo, unos pinceles dentro de una copa vieja y una paleta en un rincón de su tallercito de fotografía. Le gustaba pintar y dibujar paisajes cerca del río en Coyoacán, y a veces copiaba cromos. Desde niña, como se dice comúnmente, yo le tenía echado el ojo a la caja de colores. No sabría explicar el por qué. Al estar tanto tiempo en cama, enferma, aproveché la ocasión y se la pedí a mi padre. Como un niño, a quien se le quita su juguete para dárselo a un hermano enfermo, me la ‹prestó›. Mi mamá mandó hacer con un carpintero un caballete… si así se le puede llamar a un aparato especial que podía acoplarse a la cama donde yo estaba, porque el corset de yeso no me dejaba sentar. Así comencé a pintar mi primer cuadro, el retrato de una amiga mía.**

Las dos Fridas

Las dos Fridas, 1939. Foto: reddit.com

Las dos Fridas, 1939. Foto: reddit.com

Su interés no siempre estuvo puesto en el arte: Tras obtener su certificado escolar de la Oberrealschule en el Colegio Alemán de México, se matriculó en 1922 en la «Escuela Nacional Preparatoria»: una escuela superior con duros exámenes de admisión, que, como un College, prepara a los alumnos para una carrera superior, y que en aquel entonces era considerada la mejor institución de enseñanza en México. De los dos mil alumnos de la escuela, Frida era una de las treinta y cinco chicas que fueron admitidas. Quería hacer el bachillerato, pues le interesaban mucho las ciencias naturales, especialmente biología, zoología y anatomía, y deseaba ser médico.** Todo eso fue antes de 1925. Sin duda, el accidente no solo había dividido su cuerpo en dos, sino también su alma. Durante su convalecencia, Frida se descubre a sí misma como el motivo esencial de su obra: Me retrato a mí misma porque paso mucho tiempo sola y porque soy el motivo que mejor conozco. Su primer trabajo profesional fue el resultado de ciertas influencias. En Autorretrato con traje de terciopelo (1926), su estilo, aún no definido, delata un interés por la pintura renacentista italiana. Se representa a sí misma con el cuello alargado, un rasgo propio de los retratos aristocráticos. El rostro, en tono melancólico, contrasta con el fondo de estilo art nouveau.

Izquierda: Autorretrato con traje de terciopelo, 1926. Derecha: Autorretrato o 'El tiempo vuela', 1929. Nótese el cambio de estilo. En el primero, los intereses se dirigen hacia la pintura renacentista italiana. En el segundo, la pintora ya define un estilo propio desprendiéndose de las influencias. Fotos: emaze.com

Izquierda: Autorretrato con traje de terciopelo, 1926. Derecha: Autorretrato o ‘El tiempo vuela’, 1929. Nótese el cambio de estilo. En el primero, los intereses se dirigen hacia la pintura renacentista italiana. En el segundo, la pintora ya define un estilo propio desprendiéndose de las influencias. Fotos: emaze.com

Sin saberlo, Frida había abierto una puerta. Con el accidente, sus intereses habían cambiado por completo. El golpe había removido su pasado, la había desdoblado. En la íntima soledad de su habitación no asistía a su propia restauración, sino que sanaba la herida de haber sido dividida. La otra Frida –la del retrato, la del reflejo– le serviría como sostén. Así, lo que inició como un pasatiempo, se transformó en una pasión por la vida, por lo que la rodeaba, por representar el mundo a través de sus ojos. Para 1929, Frida pinta Autorretrato ‘El tiempo vuela’, obra que marca el origen de su particular estilo: En lugar de los dignos retratos aristocráticos de efecto ligeramente melancólico, donde el alargado cuello recuerda representaciones de Amedeo Modigliani, aquí nos mira de frente un rostro fresco, con color en las mejillas, alegre, positivo y seguro de sí mismo. El elegante vestido con valioso brocado ha sido sustituido por una sencilla blusa de algodón —una prenda popular que todavía hoy se puede encontrar en todos los mercados mexicanos—. El sombrío fondo art nouveau, que también reencontramos en el Retrato de Alicia Galant, ha sido rasgado: una cortina abierta en el centro y recogida hacia los lados por medio de dos gruesos cordeles rojos, permite ver el cielo sobre la baranda del balcón, donde un pequeño avión de hélice vuela en círculos. A la derecha, tras el hombro de Frida, se hace visible una columna torneada, sobre la que, en lugar del esperado objeto valioso o decorativo, se encuentra un profano despertador de metal. Con la representación del avión y el reloj da imagen al dicho popular «el tiempo pasa volando».** De este primer período son Retrato de Miguel N. Lira (1927), Retrato de Cristina, mi hermana (1928).

Izquierda: Retrato de Cristina, mi hermana, 1928. Derecha: Retrato de Miguel N. Lira, 1927. Foto: pinterest.com

Izquierda: Retrato de Cristina, mi hermana, 1928. Derecha: Retrato de Miguel N. Lira, 1927. Foto: pinterest.com

Ya lo había dicho Wilde, En el arte como en el amor la ternura es lo que da la fuerza y Frida sangraba ternura. Además de cultivar el autorretrato, su obra delataría los elementos propios de la pintura votiva; se caracterizaría por estar plagada de referentes biográficos y fantásticos. En ese sentido, su dolor, su angustia, sus pérdidas, sus fracasos, pero también su silencio y su entrega, sus ganas de vivir serían el tema central. Así, pintó muchas veces para agradecer un favor o para dejar constancia de lo que le sucedía. Del mismo modo, pintó para encontrarse: La Frida que yo traigo adentro, sólo yo la conozco. Sólo yo la soporto. Es una Frida que llora mucho. Siempre tiene calentura. Está en brama. Es feroz. El deseo la embarga. El deseo del hombre y de la mujer, el deseo que la caza. Porque el deseo desgasta mucho, vacía, inutiliza.* Luego de escapar de los brazos de la muerte y salir encendida en colores, Frida debía morir una vez más. Sobrevino, entonces, otro accidente: Diego.

Autorretrato con collar, 1933. Foto: i-love-art.tumblr.com

Autorretrato con collar, 1933. Foto: i-love-art.tumblr.com

Es “Diego” nombre de amor
La vida la perdí muchas veces pero también la recobré; volvía gota a gota en una transfusión, un beso de Diego, su boca sobre la mía, y luego se salía en una nueva operación.* Frida y Diego Rivera se casaron el 21 de agosto de 1929. Un año antes, Frida se había unido a un círculo de intelectuales en torno al comunista cubano Julio Antonio Mella, muy cercano a la fotógrafa de origen italiano Tina Modotti. A través de ella se encuentran. Con 21 años de diferencia, Diego ya había estado casado con Angelina Beloff y con Guadalupe Marín, con quien Frida, más tarde, entablaría una hermosa amistad, haciéndola motivo de varias de sus obras. Para ese momento, ya Diego poseía una próspera carrera como pintor que lo había hecho, entre otras cosas, uno de los muralistas más reconocidos. Esa misma fama lo había colocado en un lugar privilegiado y le había dado el criterio por el cual Frida había acudido a él alguna vez: Ya una vez, en 1922, había tenido ocasión de observarlo: durante la realización de su primer mural en el Anfiteatro Simón Bolívar, en la Escuela Nacional Preparatoria. Ahora, al objeto de mostrarle sus propios trabajos, hizo una visita al artista, entretanto acreditado en el Ministerio de Cultura, donde estuvo trabajando en un nuevo mural en el periodo de 1923 a 1928. Frida admiraba al artista y su obra, por lo que quería saber su opinión sobre sus propios trabajos y si veía en ella dotes de pintora. Las obras que Frida trajo consigo impresionaron no poco al muralista: «Los lienzos revelaban una desacostumbrada fuerza expresiva, una exposición precisa de los caracteres y auténtica seriedad. […] Poseían una franqueza fundamental y una personalidad artística propia. Transmitían una sensualidad vital enriquecida mediante una cruel, si bien sensible, capacidad de observación. Para mí era evidente que tenía ante mí a una verdadera artista.**

Detalle de Sueño de una tarde dominical en la alameda central (1947) de Diego Rivera. El pintor veía en su esposa la personificación del alma mexicana. Aquí la representa junto a sí mismo como un niño. Fotos: oncetv-ipn.net/thinglink.com

Detalle de Sueño de una tarde dominical en la alameda central (1947) de Diego Rivera. El pintor veía en su esposa la personificación del alma mexicana. Aquí la representa junto a sí mismo como un niño. Fotos: oncetv-ipn.net/thinglink.com

Pero la historia de Diego y Frida no sería un idilio. Para 1930, la pintora perdería a su primer hijo debido a las secuelas del accidente. La triste historia se repetiría en 1932 y 1934, convirtiéndose así en un tema recurrente en su obra y en motivo de angustia y desesperación. Simultáneamente, el mismo sufrimiento, también aliado al deseo, la seguiría acosando. Los amantes pasaron a ser una figura necesaria, una constante en su matrimonio. De este juego infinito surgió, en 1934, una relación amorosa entre Diego y Cristina, hermana menor de la pintora, justo en el año de su tercer aborto. Cristina había posado para él en dos murales y de la cercanía surgió una aventura. A principios de 1935,  Frida abandona la casa de San Ángel para aplacar el dolor. A mediados del mismo año, cuando la relación había terminado, la pintora regresa a la casa. Pero el deseo es inagotable y Diego seguiría manteniendo relaciones mientras que Frida, amaría hombres y mujeres por igual. En enero de 1937, cuando León Trotski y su esposa Natalia Sedova arribaron a México como exiliados, fueron huéspedes de la pareja de pintores. Durante la estancia, Frida y Trotski se involucraron sentimentalmente: El 7 de noviembre de 1937, fecha del aniversario de la Revolución Rusa y cumpleaños de Trotski, Frida regaló a éste un autorretrato dedicado «con todo cariño», su Autorretrato dedicado a León Trotsky. Esta obra, caracterizada por agradables colores claros y por una atmósfera fresca y positiva, daría lugar, medio año más tarde, a una eufórica descripción por parte de André Bretón: «En la pared del cuarto de trabajo de Trotski he admirado un autorretrato de Frida Kahlo de Rivera. Con un manto de alas de mariposa doradas, así ataviada abre una rendija en la cortina interior. Nos es dado, como en los hermosos días del Romanticismo alemán, asistir a la entrada en escena de una bella joven dotada con todos los poderes de la seducción.**

Autorretrato dedicado a León Trotsky o «Between the Courtains», 1937. Foto: allwidewallpapers.com

Autorretrato dedicado a León Trotsky o «Between the Courtains», 1937. Durante su exilio en México, el reconocido político revolucionario ruso y su esposa fueron huéspedes de la pareja de pintores. Frida mantuvo un romance con él. Para conmemorar su cumpleaños, el cual coincide con el aniversario de la Revolución Rusa, la pintora mexicana le obsequió este bello retrato. Foto: allwidewallpapers.com

Con una intensa obra cultivada hasta ahora, Frida se dirige al año siguiente a Estados Unidos. El mismo Julien Levy le había escrito con una propuesta para una exposición individual en su galería. Lo que parecía una simple exposición terminó siendo un gran acontecimiento cultural. La pintora no solo terminó con un buen número de obras vendidas, sino que muchos de los asistentes realizaron encargos. Durante su estancia en New York, Frida tiene una aventura amorosa con el fotógrafo Nickolas Muray. Al año siguiente, expone su obra en París en la galería Renou & Colle, pero a finales de ese año, Frida y Diego se separan. El divorcio la obligaría a volver a su casa natal en Coyoacán. El duro golpe sería retratado ese mismo años en Las dos Fridas (1939).

Frida Kahlo junto a Diego Rivera. Foto: elpanfleto.pe

Frida Kahlo junto a Diego Rivera. Foto: elpanfleto.pe

Foto: jewishcurrents.org

Foto: jewishcurrents.org

Pese a todas las contrariedades, el amor entre ambos estaba libre de todo prejuicio. Ambos estaban condenados a amarse y lo sabían: Siempre hay un negrito en el arroz de la felicidad y Diego era muy enamorado, Diego era un macho, Diego tenía otras viejas, y tuve que apechugar, toda la vida amante tras amante, una vieja y otra vieja. Muchas amantes […] Yo también tuve otros amores, fui una devoradora, tomé y deseché, vámonos a la basura, chancla vieja que yo tiro, no la vuelvo a recoger. Fui tras del que me gustaba o de la que me gustaba, fui una amante violenta y tierna.*

Frida Kahlo y Diego Rivera. Foto: pinterest.com

Frida Kahlo y Diego Rivera. Foto: pinterest.com

A la izquierda: Frida Kahlo en la azotea del hospital. Nueva York, junio de 1946. Foto: Nickolas Muray. A la derecha: Frida junto al fotógrafo con quien mantuvo una relación amorosa. Foto: editorialrm.com

A la izquierda: Frida Kahlo en la azotea del hospital. Nueva York, junio de 1946. Foto: Nickolas Muray. A la derecha: Frida junto al fotógrafo con quien mantuvo una relación amorosa. Foto: editorialrm.com

Ante la soledad y la necesidad del otro, Frida Kahlo y Diego Rivera vuelven a casarse un año después, el 8 de diciembre de 1940. A partir de allí, solo la muerte podría separarlos.

Espero alegre la salida y espero no volver jamás
En 1942, Frida comienza a escribir su diario. En él hace un registro quizás no cronológico, pero sí doloroso de lo que ocurría con su cuerpo. Las dos primeras muertes, claramente a destiempo, despertaban de su letargo y venían por ella. Un rumor doloroso delataba su llegada azotándola desde adentro haciendo que el trazo fuese disminuyendo, que los colores pasaran a confundirse. Ante la confusión, Frida era presa de cualquier alivio: Después de 1951 no podía trabajar sin analgésicos, pues los dolores eran cada vez más intensos. El creciente consumo de drogas es, probablemente, la causa de que su pincelada sea ahora más suelta, evasiva, incluso podríamos decir más descuidada, de que el color sea aplicado más bastamente y la ejecución de los detalles sea menos minuciosa.**

Frida junto al Dr. Eloesser. Para él pintó en agradecimiento 'Autorretrato dedicado al Dr. Eloesser', 1940 La dedicatoria se encuentra escrita en una cinta: «Pinté mi retrato en el año de 1940 para el Doctor Leo Eloesser, mi médico y mi mejor amigo. Con todo mi cariño. Frida Kahlo.». La fotografía original es de Gisèle Freund. Foto: konbini.com

Frida junto al Dr. Eloesser. Para él pintó en agradecimiento ‘Autorretrato dedicado al Dr. Eloesser’, 1940 La dedicatoria se encuentra escrita en una cinta: «Pinté mi retrato en el año de 1940 para el Doctor Leo Eloesser, mi médico y mi mejor amigo. Con todo mi cariño. Frida Kahlo.». La fotografía original es de Gisèle Freund. Foto: konbini.com

Frida Kahlo durante la manifestación en contra de la intervención norteamericana en Guatemala, en julio del 1954. Asistió en contra de las indicaciones de sus médicos quienes se lo habían prohibido debido a una infección pulmonar. Días después moriría. Foto: textosa.es

Frida Kahlo durante la manifestación en contra de la intervención norteamericana en Guatemala, en julio del 1954. Asistió en contra de las indicaciones de sus médicos quienes se lo habían prohibido debido a una infección pulmonar. Días después moriría. Foto: textosa.es

En este último período, sin embargo, sería celebrada por su trayectoria y castigada por la vida. Obtiene el Premio Nacional de Pintura otorgado por el Ministerio de Cultura y es operada siete veces de la columna. En su terca carrera de ganarle a la muerte, Frida pierde su pierna derecha en 1953. Ese mismo año, contra todo pronóstico, asiste en su cama a su primera exposición individual en México, organizada por Lola Álvarez Bravo. Un año después, con una infección pulmonar, participa en una manifestación en contra de la intervención norteamericana en Guatemala. Hasta allí lucharía con la muerte: Esta que ves, engaño tras engaño, murió el 13 de julio de 1954 y fue incinerada. La Frida de las calaveras de azúcar con su nombre escrito en la frente: «Frida», la del pincel de colores, la de los collares de barro y plata, la de los anillos de oro, la doliente, la atravesada por el pasamano, la que flameó, recuperó su cuerpo sano y grande en el momento en que lo envolvieron las llamaradas. La otra, la que yo inventé y pinté, la del rostro mil veces fotografiado, es la que permanece entre ustedes.*

'Lo que vi en el agua o lo que el agua me dejó', 1938. Foto: pinterest.com

‘Lo que vi en el agua o lo que el agua me dejó’, 1938. Foto: pinterest.com


* Fragmento del cuento Diego estoy sola, Diego ya no estoy sola: Frida Kahlo en Elena Poniatowska (2000). Las siete cabritas. México: Ediciones Era

** Kettenmann, Andrea (1999). Frida Kahlo: dolor y pasión. Köln: Taschen.

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