Art

Eikōn: presencia de una cosa ausente de Rafael Arteaga

No podemos hablar de ausencias. Lo ausente -como el pasado- no tiene…

Por:
Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco
Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco
Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

No podemos hablar de ausencias. Lo ausente -como el pasado- no tiene lugar en la obra de Rafael Arteaga. Es preciso ubicarnos en un eterno presente, en un no-tiempo en el que los trozos convulsos de nuestra memoria rediman su orfandad y vuelvan a nosotros para siempre. En esta muestra, llamaremos a la nostalgia ‘cotidianidad’ y reviviremos lo pasado cómo imágenes que aún exhalan la calidez de su captura. No hablaremos de vacío, no invocaremos al olvido, no existirá la muerte.

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

¿Podríamos hablar de realidad? Es posible, siempre y cuando esta sea presa de lo onírico. Eikōn, de Rafael Arteaga recrea un instante latente en algún resquicio; un segundo libre que, a su vez, está marcado por la eterna representación de una antítesis: la presencia de lo ausente. Así, lugares, momentos y personas son un mismo cúmulo de luces y sombras; un conglomerado de trazos que se apoderan de nuestra nostalgia para lograr su forma definitiva. No importa el pasado ni el futuro. Ambos conviven en el presente para alcanzar la plena identificación y así sobrevivir al olvido y a la incertidumbre por el arte y solo por el arte de un hombre obsesionado con registrar los estragos de ese animal impredecible que nos habita: la memoria.

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Con esta muestra, Rafael Arteaga nos ofrece los dones para que seamos huéspedes de su universo; un universo que, más tarde, reconoceremos como el nuestro. Entramos, entonces, a un juego de espejos que no permite individuos. Todos seremos uno solo contemplándonos en el silencio de aquel que ha dado con lo perdido. Es por ello que recordar es indispensable para enfrentarse a esta muestra. Recordar es una de las tretas que le jugaremos al tiempo para recuperar aquellas imágenes que nos ha quitado arbitrariamente.

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

En medio de su vorágine evocativa, Rafael Arteaga ha diluido el tiempo, para suspenderlo sobre ese delicado hilo magnético que nos atraviesa. Eikōn es el rastro que el artista ha dejado para guiarnos hasta un limbo cuya extrema realidad nos conmueve.

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

Montaje de Eikōn, de Rafael Arteaga. Foto: Mariangeles Pacheco

2016-11-10-photo-00000461