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Jonathan Lara: “En Venezuela el arte siempre es referencia”

El 19 de agosto, de 1986, en el Hospital Adolfo Pons, al…

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Foto: Cortesía Jonathan Lara
Foto: Cortesía Jonathan Lara

Foto: Cortesía Jonathan Lara

El 19 de agosto, de 1986, en el Hospital Adolfo Pons, al norte de Maracaibo, en el estado Zulia de Venezuela, nace Jonathan Lara, hijo único de Elena Urbina,  conocedora del área tributaria, y Esteban Lara, erudito en materia de ferretería. La ausencia de hermanos pronto fue suplida con jóvenes primos, especialmente por Chelo y Marbelis, según comenta Jonathan, quien confiesa ser introvertido desde la infancia hasta el presente.

Todo el mundo me conocía como ‘chino’, por la forma de mis ojos y mi pelo ‘flechudo’, rasgos que de adulto cambiaron, aunque por mi permanente seriedad los párpados se quedaron abajo, por lo cual a veces me cuesta enfocar. Nunca me ha gustado tanto hablar como escuchar y observar. Heredé esa seriedad de mi padre y también lo respetuoso. No tenía lujos pero sí muchas formas de divertirme. Por mi casa, en Buena Vista, tuve muchos amigos con los que pasaba todas las tardes después del colegio. Recorríamos el barrio en busca de nuevas zonas o algunas chucherías. Yo, ocasionalmente, ayudaba a los padres de esos amigos con trabajos de carpintería. Porque también era otro juego hacerle favores a la gente, como buscar el pan por saco al señor de la tienda, labores de casa, o limpiar uno que otro patio de algún vecino para luego poder jugar allí pelotica de goma. Crecí rodeado del buen humor familiar. Ese es el cuento corto, el que recuerdo y con el que me quedo.

Foto: Cortesía Jonathan Lara

Para Jonathan, el interés por la pintura siempre estuvo presente. No gratuitamente ese gusto por participar o contemplar un hecho constructivo, por doméstico que fuese. Tener un padre encargado de una ferretería representaba para él la posibilidad de estar rodeado de materiales para comenzar a crear genuinamente, así luego terminase dañando algún objeto, asunto por el que no recibía regaños. Sumado a ese universo hogareño reforzó su foco en la plástica el haber estudiado en el Instituto Niños Cantores del Zulia, con un modelo educativo de renombre internacional.

Era un colegio integral en el que el tema cultural era súper importante. Teníamos tres o cuatro maestros de artes plásticas que siempre nos llevaban al Centro de Arte Lía Bermúdez o al recién inaugurado Museo de Arte Contemporáneo del Zulia (Maczul), o a ver otras pinturas y esculturas de la ciudad. Siendo un colegio católico tenía un museo de arte sacro, que siempre me llamó la atención por su arquitectura y la calidad pictórica que, al margen del tema religioso, atrapaban mi atención. Sumado a eso había tres coros, una orquesta, una banda… Estaba rodeado del hecho artístico todo el día. Yo creo que eso me impulsó muchísimo. 

Foto: Cortesía Jonathan Lara

Antes de llegar la Facultad de Arte de La Universidad del Zulia –de donde conserva gratas memorias- Jonathan intentó estudiar Diseño Gráfico y Arquitectura, carrera que aún le llama la atención. Educación era otra de las opciones, pero se dio cuenta de que lo que quería era aprender y no enseñar. Cuando llegó a Artes se dio cuenta de que allí era donde quería estar. Aclara que sus padres no tuvieron problema con que estudiase una carrera no convencional para el promedio. Se permitió entonces, experimentar y evolucionar. Al preguntársele por algún docente en particular que haya marcado su visión los menciona a casi todos: Luis Gómez R, Neydalid Moreno, Douglas Bermúdez, Hernán Alvarado, José Enrique González, Régulo Pachano, Carlos Romero y muchos más, para él, todos son una gran referencia.

En mi familia no hubo ni hay prejuicios con el hecho de estudiar Arte, no era de ‘gente loca’ o con un campo laboral limitado. De manera que, en ese sentido, el apoyo de mis padres fue total. En mis primeros trabajos el pote de pintura negra siempre estaba presente. Era el tono que definía todo. Trabajé mucho con mi rostro. Siempre fungía de personaje principal en esas primeras pinturas. Me atraía el tema del alto contraste y de las plantillas, que usaba para pintar tímidamente en alguna pared o  sólo para ejercitar el trazo o para luego imprimir franelas y bolsos. 

Foto: Cortesía Jonathan Lara

También invertía mucho tiempo elaborando collages, en los que también yo era el protagonista, valiéndome de un humor negro y directo, odioso… Creo que fue el primer formato que me tomé seriamente. Además, me resultaban económicos los materiales, que eran algunas láminas de plastificar  y un talonario de facturas. El resto ya lo tenía: recortes de anuncios clasificados del periódico y fotocopias que me regalaban. De allí podían salir 100 piezas en tres días. Esas eran mis entregas en clases. Claro, también hacía pequeños dibujos y pinturas, pero el collage era lo que mejor dominaba. En mis primeras individuales buscaba mostrar el dualismo que tenía entre la pintura y la gráfica. Más adelante, fui entendiendo que el espacio era parte también de la obra. Así llego al concepto de mi exposición Procedimientos análogos y otros planos en la que,   aparte de trabajar con los volúmenes espaciales, dejaba entrever parte de mis procesos creativos, dando pistas de ellos.

Después del collage vino la limpieza del trazo y una cuidadosa selección de los materiales que en adelante iba a emplear. Finalizando la carrera apareció una nueva pasión: la serigrafía, gracias a un taller cuyo objetivo era impartirla como un sentido comercial. Pero Jonathan tenía muy claro en el uso artístico que quería darle. La incorporación de todas estas experiencias que fueron de la universidad a la casa y viceversa es lo que hoy se mantiene como la materia prima de sus propuestas.

Pensando en el presente creo que eso que había en mis inicios permanece. Siento que  mi obra es larga y que la mayoría de los procesos aún no están cerrados. Otros sí, como los autorretratos. Pero conservo muchos de los materiales que usaba en los collages. Para mí tienen cierto valor emocional y me sirven como referencia para nuevas composiciones o asociaciones. Continúo, igualmente, valiéndome de los altos contrastes sólo que ahora sobre un mayor número de texturas, lo cual le permite al espectador una gama más amplia de perspectivas. Mi obra es abierta y adaptable e  intenta integrarse realmente al espacio arquitectónico que la albergue. Temáticamente me expreso a partir del juego temporal y del ordenamiento de situaciones mentales. Personalmente soy obsesivo y ordenado y creo que ambos rasgos están plasmados en mis piezas.

Actualmente, Jonathan prepara una individual que abrirá sus puertas a partir del mes de octubre, en Spazio Zero Galería, de Caracas, así como en un par de proyectos que presentará en muestras colectivas que pronto estarán exhibidas en Cerquone Projects, igualmente en la capital, así como la sede del grupo en Madrid, espacio con el que viene trabajando desde hace varios años. Sumado a eso no ha dejado su alma mater, trabaja como asesor de la Dirección de Cultura de LUZ, donde coordina las dinámicas museográficas, que contemplan el registro de obras, y orienta a los nuevos estudiantes en la elaboración de sus proyectos.

Foto: Cortesía Jonathan Lara

Venezuela siempre es referencia en materia de arte. A pesar de los problemas del país, aquí se siguen desarrollando proyectos colectivos e individuales de muy alto nivel, con  exposiciones de un elevado trabajo plástico, conceptual, curatorial y museográfico. Ya sabemos, históricamente, que los tiempos de crisis son también de grandes logros. 

Jonathan Lara

@jonathanlarave