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Rafael Arteaga: “La memoria es nuestra identidad”

Mi niñez fue muy agradable porque la imaginación se hacía cargo de…

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Foto: Eva María Orozco
Foto: Eva María Orozco
Foto: Eva María Orozco

Foto: Eva María Orozco

Mi niñez fue muy agradable porque la imaginación se hacía cargo de las carencias. Gran parte de ella transcurrió en la parroquia La Vega de Caracas, en el seno de una familia numerosa, pero muy unida. Fui un niño romántico, de los que envían cartas y dibujos a los amores imposibles. Crecí viendo a mi madre pintar en sus ratos libres, lo que me inculcó un gran amor por el dibujo y moldeó mi interés por las artes plásticas. Recuerdo que en nuestros viajes familiares me gustaba dibujar los lugares de interés –no contaba con una cámara fotográfica–. Quería tener mi propio registro para retener esos momentos. Así nació mi obsesión por jugar con la imagen y el tiempo – cuenta el artista desde las profundidades de su memoria para referirse al inicio, a los primeros instantes, al origen de su inquietud. Acto seguido: abre sus ojos porque ya el recuerdo lo ha asistido. El fogonazo ha venido en su ayuda para estallar en su cabeza y dar razón del presente. El trance de la creación habla por él.

Si el espectador se identifica, se conmueve con la imagen que un artista produce, está en todo su derecho de asumirla como parte de su propia experiencia. [/blockquote]

Una foto publicada por Rafael Arteaga (@rafael22arte) el

Como sacerdote del pasado, Rafael Arteaga transmite el oráculo de su dios a través de su obra para rendirle culto a la omnipresencia del tiempo, a su eterna persecución, al trueno de su voz retumbando en las profundidades de nuestra memoria: El pasado es relativo, el presente está convirtiéndose constantemente en pasado. Hay en ese proceso una dinámica maravillosa llena de historias, desaciertos y subjetividades. El pasado nos recuerda lo que ya fue, lo que no volverá a ser jamás. Pero también nos recuerda que de él venimos, que somos lo que somos gracias a esa conjugación de episodios que nos fueron formando. En ese sentido, sus libaciones son una metáfora de la gran variedad de historias que nos habitan. Él es el encargado de verter colores sobre la tierra hecha lienzo en un ritual creativo que canta al pasado y su permanencia: La memoria lo es todo. Nos da la sensación de continuidad en el tiempo. Nos ha permitido aprender cosas como caminar o hablar. Por ella es que guardo las experiencias que me han hecho ser lo que soy, por ella atesoro momentos de mi historia. En la memoria el pasado es casi tan irreal como el futuro, de allí que mi proceso pictórico recree nuevos espacios de contemplación visual, pero siempre anclado a experiencias pasadas. Pero con el pasado existe el olvido, un proceso natural y sumamente necesario para la memoria porque si no nos despojamos de lo que no necesitamos caeríamos en una realidad abstracta como la de Funes el memorioso, aquel personaje de Jorge Luis Borges incapaz de olvidar. En mi trabajo plástico, el olvido es muy importante ya que deviene de una síntesis de forma y color que lo acerca más al proceso de reconstrucción de una imagen mnémica. El olvido debe ser regulado, por eso en mi trabajo existe un equilibrio entre la imagen, presa en el plano del recuerdo y las ausencias, propias del olvido. 

PIXELES GALERIA GBG ART SERIE MEMORABILIA RAFAEL ARTEAGA

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La memoria es nuestra identidad, lo que nos hace ser seres consientes del pasado presente y futuro.[/blockquote]

Foto: Eva María Orozco

Foto: Eva María Orozco

Así, como oficiante de un rito, Rafael Arteaga derrama el aceite para aquietar la ira del tiempo. Este, ante su ofrenda, acude a él bondadoso y le concede el don que se manifiesta en cada pincelada. Como todo clarividente, no hay rincones que no conozca. Su travesía lo ha llevado a librarse del temor: El temor es una acción que nos paraliza, nos hace huir. En mi caso, no hago sino legitimar el tiempo pasado. Lo atravieso, lo enfrento, lo desgloso para tratar de entender cómo se comporta a través de sus distintas manifestaciones. Siento un profundo respeto por el tiempo pasado, pero no solo por el mío, sino por el de mis antepasados y el de la humanidad entera. Por consiguiente, también me interesa la memoria colectiva, la que vincula al otro con mi trabajo, esa que hace que el otro se apropie de mis imágenes y las haga parte de su propia memoria. Tengo pinturas de fotografías prestadas o encontradas en la calle, eventos en los cuales no estuve presente. En esos casos, me ha tocado reconstruir esa historia mediante un proceso pictórico en el que me apropio de un recuerdo ajeno, como el espectador se apropia de mis propios recuerdos. En mi investigación, la memoria ajena es tan importante como mi propia memoria.

Caracrash #2 Acrílico sobre tela 1,20 x 1,00 mt 2015

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Quería tener mi propio registro para retener esos momentos. Así nació mi obsesión por jugar con la imagen y el tiempo.[/blockquote]

Rafael arteaga “Caracrash” 2016 Acrílico sobre tela 80 x 80

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No obstante, conforme su viaje tiene lugar, hay un sentimiento que no lo abandona. Para alguien que juega en con el pasado, la nostalgia se halla al acecho y el artista sabe que ningún sentimiento se compara a la nostalgia. Cuando nos habita, viene con ella el desamparo, el amargo deseo de volver, la plena conciencia de que regresar es imposible. Aunque se asemeja a la tristeza, dista de ella porque cuando está presente, inesperadamente, puede brotar una sonrisa que redime el recuerdo para futuros desencuentros. Pero para que haya nostalgia debe cumplirse una máxima: debe haber memoria. Debe existir, al menos, un recuerdo o la posibilidad de hurgar en ese inventario infinito de imágenes que atesoramos desde que existimos: Efectivamente, mi obra contiene una carga nostálgica inevitable que proviene de esa sensación de encontrarse con una imagen del pasado como quien abre un álbum fotográfico y se encuentra con el ineludible paso del tiempo. En ella, es el propio espectador el que asoma sus emociones. La imagen de un recuerdo que es reproducida al infinito pasa a ser propiedad de los ojos que lo ven, de la colectividad. Si el espectador se identifica, se conmueve con la imagen que un artista produce, está en todo su derecho de asumirla como parte de su propia experiencia. De ese modo, la obra es solo un dispositivo que dispara una ráfaga emotiva. Esta es mi forma de conectarme con mi historia y mis acontecimientos, es mi manera de viajar a lo que ya fue, utilizando las imágenes del pasado re-presentadas en el presente y viceversa. Así, voy dejando senderos que van al pasado, recovecos, rutas de ida y vuelta que me permiten flexibilizar la visión del tiempo. No me gusta pensar en el tiempo como algo lineal, sino como un proceso orgánico que va y viene, que cumple ciclos aleatorios. La pintura me lo permite. A través de ella puedo juntar elementos del pasado y del presente en una imagen, puedo jugar y crear un nuevo lenguaje entre la memoria, mi historia y mi olvido.

Rafael arteaga Memorabilia 2015 Acrilico sobre tela 60×80 cm

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El resultado son los recuerdos representados que configuran una memoria, no ya individual sino colectiva. Pero en esa memoria, Rafael Arteaga no parece perderse. A pesar del olvido y sus estragos, cada imagen expone una intimidad tan abrumadora que conmueve. El artista, cual mago, cual amo de los secretos más antiguos, se vale de una treta visual: La memoria es imprecisa, los recuerdos vuelven transformados cada vez que son evocados, se sintetizan y cambian con el paso del tiempo. En cambio, el registro fotográfico es fiel al acontecimiento, muestra el suceso tal y como sucedió. En mi proceso creativo convergen estas dos manifestaciones de la imagen y me permiten generar evidencias del recuerdo. Las polaroids siempre me han parecido un objeto mágico, maravilloso, un hallazgo tan especial como como aquella tarde remota en la que el coronel Aureliano Buendía fue a conocer el hielo guiado por su padre. Poder apretar un botón y ver en una ventanita de ocho por ocho centímetros como comienza a aparecer la imagen de lo que acaba de suceder, tener el poder de imprimir un recuerdo. En mi caso, a pesar de no haber tenido una cámara polaroid, puedo hacerlas con mis manos, tomar una imagen del presente y lanzarla hacia atrás o viceversa.

Rafael Arteaga Memorabilia (detalle)

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El temor es una acción que nos paraliza, nos hace huir. En mi caso, no hago sino legitimar el tiempo pasado. Lo atravieso, lo enfrento, lo desgloso…[/blockquote]

Rafael Arteaga Memorabilia (detalle)

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Rafael Arteaga está consciente de su poder. En medio de su trance creativo el artista no huye del tiempo, no teme a que este lo consuma y lo convierta en una imagen más del pasado. Él asume sus riesgos. Se halla en el centro de la esfera, atento, mientras las agujas van y vienen a su antojo: La memoria es nuestra identidad, lo que nos hace ser seres consientes del pasado presente y futuro. Sin memoria viviríamos en un presente perpetuo, sin posibilidad de proyectarnos hacia adelante ni de buscar referencias en lo que ya pasó. Es probable que la memoria puede distorsionar nuestra percepción de ese pasado, incluso del presente, pero no puede borrarnos. Esa capacidad es atribuida al olvido que, cuando avanza en exceso, puede ocasionar estragos irreversibles. En mi trabajo plástico distorsiono relativamente el proceso evocativo y utilizo el olvido para generar espacios vacíos o neutros vinculados a la memoria. Me interesa comprobar la transformación de un recuerdo en cada evocación, me interesa crear un recuerdo manualmente con todos sus daños y sus vestigios, quiero dejar constancia de las capacidades poéticas que tiene la cotidianidad a través de un registro subjetivo y personal de mi paso por el tiempo y el espacio.

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