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Luis Julio Toro: “Lo que realmente me apasiona es la vida misma”

La ninfa huía desesperada para escapar del abrazo del dios Pan. No…

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Luis Julio Toro. Foto: Rosley Labrador
Luis Julio Toro. Foto: Rosley Labrador

Luis Julio Toro. Foto: Rosley Labrador

La ninfa huía desesperada para escapar del abrazo del dios Pan. No tenía otra salida. Tuvo que saltar al río para que sus hermanas le brindaran amparo convirtiéndola en cañaveral. Cuando el abrazo por fin tuvo lugar, Pan solo poseía un manojo de cañas que, al mecerse con el viento, producían un sonido hermosísimo. Fue ese sonido el que llevó al dios a construir un nuevo instrumento que bautizó con el nombre de la ninfa fugitiva. Desde entonces, Siringa sería la flauta que lo acompañara, uno de sus atributos más reconocidos. Lo mismo que la música es para Luis Julio Toro. La única discrepancia de esta historia con el caso del maestro es el mito del encuentro: La verdad es que mi relación con la música no fue producto –afortunadamente– de un despecho como el de Pan, sino de un amor; un apasionado y muy bien correspondido amor, ya que su presencia siempre ha sido un placer y una dicha para mí. Comencé, ingenuamente, tocando en mi cuadra con unos amigos. Para los tres, esa fantasía de creer que estábamos ‘y que haciendo música’ se transformó poco a poco en carreras muy serias, con toda la dedicación posible. Para mi fortuna, siempre me ha gustado mucho estudiar, no me cuesta hacerlo por miles de horas y eso es más importante que el hecho de tener un gran talento, el cual no creo tener. Soy producto de haberme fajado a estudiar muchísimo.

Foto: Rosley Labrador

Comencé, ingenuamente, tocando en mi cuadra con unos amigos.[/blockquote]

Así inició un nexo inquebrantable entre él y lo que escuchaba a su alrededor. Su joven oído probaría de las más exquisitas melodías para dotarlo de una curiosidad  latente, casi animal, que lo llevaría, por todos los rincones, hambriento de emociones. En esa aventura, la flauta  sería el instrumento que canalizaría sus impulsos para cantar su amor por la vida misma. A ella se sumarían, también, otras búsquedas: La flauta no ha sido la única. La cámara de fotografía, las tablas de surf, el arco y la flecha y alguno que otro ‘boy toy’ me han acompañado en verdaderas y maravillosas aventuras. Soy ‘corotero’ y juguetero y eso no se cura. Mi gusto por la fotografía, por ejemplo, viene de mi padre. Él hacía fotografías científicas porque era biólogo y la facilidad de contar con los equipos me abonó el camino para comenzar a experimentar. Una foto para mí no tiene nada que ver con la música. De hecho, me gusta taparme los oídos para no escuchar nada mientras hago una foto. La fotografía me apasiona porque es simplemente una manera de ver y captar la vida misma. Lo que realmente me interesa es la vida y la poesía que emana de ella, ya sea ésta para ver o para oír.

Foto: Rosley Labrador

La vida misma, ese misterio aparentemente indescifrable que llevamos a cuestas, sedujo su sensibilidad y la hizo una sensibilidad aparte. Desde ese momento, nada escaparía de sus oídos, ni de sus ojos. Se había convertido en un centinela negado a moverse de su sitio, un guardián en pleno éxtasis de los sentidos: La palabra clave es ‘curiosidad’. En todas partes está sonando algo de música para bien o para mal. Y así como no puedo parar de ver con ojos ‘puyúos’ lo que me rodea, tampoco puedo pasar por alto algo que suena sin escucharlo. Esa habilidad no es necesariamente buena porque a veces quisiera no haber escuchado algunas cosas que invadían el entorno, pero me resulta imposible no oír y cuando algo me llama la atención –que es casi siempre– inmediatamente voy en su búsqueda –¿Quién toca? ¿Qué es eso? ¿Por qué suena así?– y poco a poco se te va llenando el cuarto de música y sonoridades maravillosas a las que siempre recurres. Por eso no le temo a la repetición. ¿Acaso uno se ha comido una sola hallaca en toda su vida? Las cosas bellas, maravillosas y divinas hay que repetirlas mucho; como hacer el amor o como escuchar el cuarto movimiento de la 9na Sinfonía de Beethoven. Mientras más lo repites más hondo llegas. Beethoven y Bach son mis compositores preferidos, sin embargo, a pesar de que me gustan las repeticiones, no tengo una melodía o pieza recurrente en mi cabeza. Va cambiando constantemente y eso es una fortuna, porque tengo entendido que por eso internan, ¡qué va! Por cierto, recordando el mito de Pan (salvando las distancias), la última grabación que hice de la ‘Syrinx’ una hermosísima pieza compuesta para flauta sola por Claude Debussy, fue perdido en el Amazonas. Corrí con la gran suerte de tener la flauta y un buen grabador en mi morral. Aunque no perseguía a ninguna ninfa (lástima) se me ocurrió grabarla en ese particular momento.

Tema: Syrinx
Autor: Claude Debussy
Intérprete: Luis Julio Toro

Foto: Rosley Labrador

Brota así un universo paralelo, el universo del artista. En su pequeña vastedad, Luis Julio Toro ha sembrado sus más grandes afectos, su buen humor, su sabio oído. Ha poblado su entorno con otros personajes que le han dado sentido definitivo a sus pasiones y su curiosidad ha sido la única ley gobernante, la guía infalible, el fin último. En ese contexto, nació el Ensamble Gurrufío: Fueron casi treinta años en una aventura constante, un periodo de intensísima creación tanto desde el punto de vista musical como desde el punto de vista gerencial y de producción. Tuvimos que asumir roles que no estaban previstos y aprender a hacerlo lo mejor posible. Sin embargo, lo que más extraño son muchos momentos en donde lograba sentir el más profundo placer por esa magia impredecible e intangible que se da inesperadamente en momentos de comprometida ejecución con el instrumento. Definitivamente, hay un antes y un después porque ahora estoy disfrutando de un camino y un trabajo bien hechos –y lo digo sin pena– que se manifiesta en el aprecio que me transmiten las personas cuando hablan del Gurrufío y eso me hace muy feliz. Creo que lo normal es que se den esos cambios de rumbo en las vidas de todos. Al final me siento muy orgulloso de haber creado y pertenecido al Ensamble Gurrufío.

La flauta es solo mi oficio. La flauta no es sino la herramienta que me permite desarrollar mi profesión, pero ha podido ser otra cosa, quién sabe. [/blockquote]

Foto: Rosley Labrador

En este punto, ya el artista posee un origen, posee un sitio, tiene un hogar. Iría, incansablemente tras la huella de todo lo que llegaba a sus oídos. Ya no es el pequeño que jugaba a ser algo. Es el músico, el flautista, el ejecutante, el maestro, el creador de su propio universo musical al que asisten, gustosos, los más grandes artistas que, como él, amaron y amaban la música. Y él, como el ojo de Dios, los conoce tan bien que parece estar junto a ellos, a pesar de las distancias temporales. A través de él, los demás establecemos un diálogo constante con el pasado: Cuando se trata de música que pertenece a periodos anteriores en los que tanto la vida, como el instrumento, costumbres, comidas o valores, son lejanos, antiguos, creo necesario hacer el ejercicio de ubicarnos en ese contexto. Además muchas de las piezas que tocamos hoy en día no fueron compuestas ni pensadas para los instrumentos con los que hoy contamos y eso condiciona totalmente la manera de tocar, ya que los instrumentos del pasado, muchas veces, ni siquiera tenían las notas completas. Para un profesional es imperativo saber todo lo humanamente posible sobre esos momentos, ya que esto le permite lograr una ejecución históricamente correcta, que trascienda musicalmente, que produzca esa ‘magia’ que alguna vez surgió en la mente y en imaginación de ese personaje ahora remoto.

Foto: Rosley Labrador

Las cosas bellas, maravillosas y divinas hay que repetirlas mucho…[/blockquote]

No obstante, para el asombro de todos, quizás, la sabiduría contenida en Luis Julio Toro se resume a una sola cosa: vivir. A pesar de su amplísima experiencia, a pesar de todas las grandes aventuras que ha librado, a pesar de todos los éxitos, el maestro no se rinde a los aduladores epítetos que le ha brindado su acto creativo. Se descubre como uno de nosotros, con las mismas necesidades, con los mismos afectos y emociones, con las mismas ganas de simplemente vivir. Pareciera renunciar a la grandeza, pero lo que realmente hace es dejar hablar a su pasado, un pasado que lo precede a donde quiera que va: Como decía antes, a mí lo que realmente me apasiona es la vida misma. La flauta es solo parte de ella. No vivo para la flauta, vivo para hacer muchas otras cosas que me encantan como compartir con mi bella esposa y mis hijas, mis afectos, la arquería y la cacería con arco y flecha, el surf y la fotografía, principalmente, y para eso necesito tiempo. Tratar de dominar el tiempo y lograr hacer todas esas cosas es mi reto diario. La flauta es solo mi oficio. La flauta no es sino la herramienta que me permite desarrollar mi profesión, pero ha podido ser otra cosa, quién sabe. He podido ser fotógrafo a tiempo completo o deportista, o simplemente un melómano, porque a veces no sé quiénes son mejores músicos, si los que sólo la escuchan música con absoluta pasión o los que pretenden y creen hacerla. Actualmente, estoy un poco alejado de la docencia porque, para ser honesto, nuestro mundo musical está tan turbio que no puedo ver con claridad el camino que un joven debería seguir y prefiero no equivocarme. Sin embargo, me encanta decir: ‘¡escucha esto!’ y la radio y la televisión, me han dado esa oportunidad de hacerlo no solo en las deliciosas reuniones con mis amigos si no con la vertiginosa fantasía de hacerlo sin saber quién te escucha del otro lado. Disfruto mucho del mero placer de enseñarle a otros algo que me fascina y me hace feliz. Una vez un amigo me dijo: “la vida es como una esponja que se va llenando de todo lo que nos pasa, de todo lo que aprendes. Y luego, cuando tocas un concierto, lo que haces es exprimir esa esponja y lo que resulta es el jugo espeso y raro de todas esas experiencias juntas”.

 Luis Julio Toro

 @luisjuliotoro