Indochine: el alma intacta de Nueva York
De escuchar que justo enfrente solían sentarse los Rolling Stones para tomarse…
De escuchar que justo enfrente solían sentarse los Rolling Stones para tomarse una copa, o donde Kate Moss y Madonna tenían intensas conversaciones, es fácil convencerse de querer entrar. Las tentaciones de quedarse en ese restaurante encantado por la historia simplemente son muy grandes. Incluso después de 34 años de haber abierto sus puertas, el Indochine es uno de esos lugares inmortales cuyo estilo y statement permanece intacto al paso del tiempo.
Justo a tiempo para poner de moda el Downtown, Indochine se convirtió en algo así como un Studio 54, donde reunió en sus paredes las personalidades más icónicas de los años 80 y 90: modelos, estrellas de rock, escritores y el resto de los comensales que venían para presenciar un espectáculo que ocurría todas las noches en la calle 430 Lafayette. Convirtiéndose también en un ícono de Nueva York, su fusión de comida francesa y vietnamita, las paredes con estampado de hojas de banano y la increíble y sutil iluminación hizo del lugar una figura de prestigio entre la élite rebelde de Estados Unidos.
Hoy en día, el espacio de Indochine sigue acobijando el espíritu de la ciudad que nunca duerme, y aunque ya no se puede ver a David Bowie coqueteando con Iman, nuevas historias siguen naciendo cada noche sin falta. Fundado por Brian McNally en 1984 fue su esposa del momento Anne, una socialité francesa, quien concibió el mítico aspecto de Indochine como un rincón exótico y avant-garde. Y así se quedaría: no solo como un espacio gastronómico por naturaleza sino como el escenario perfecto para los artistas de las generaciones pasadas, presentes y futuras.