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A Quiet Evenning: entre luz y oscuridad

Edwin Bethea sale todos los días con su perro, un enorme bóxer…

Por:
A Quiet Evenning entre luz y oscuridad LUSTER Magazine
Foto cortesía: Eva Sakellarides
A Quiet Evenning entre luz y oscuridad LUSTER Magazine

Foto cortesía: Eva Sakellarides

Edwin Bethea sale todos los días con su perro, un enorme bóxer de nombre Juggernaut en el que plasmó su gusto por los comics de X-men. Durante cada paseo este hombre de 36 años encuentra objeto extraños, algunos rotos y otros, cuyo uso es difícil de descifrar, pero que cuentan una historia que quizás ni si quiera es capaz de comprender.

En donde muchos ven basura el ve una capacidad inmensa de expresión. De ahí obtiene muchos recursos para crear sus obras en los que la luz y la oscuridad, de forma metafórica, chocan para mostrar la realidad de la vida.

Este joven proviene de Pensilvania, en la costa oeste de los Estados Unidos y desde los cinco años comenzó a percibir esa atracción por el arte, la cual explotó a los 16 en una etapa difícil de la escuela media. Para ese entonces no veía el arte como un estilo de vida, pero con el paso de los años, entendió que ese sería su destino.

Foto cortesía: Eva Sakellarides

En un comienzo Edwin Bethea percibía el arte como una manera de expresar aquellas cosas que sentía cuando era un adolescente. Al llegar a sus 20 se enfocó en las técnicas de pintura para perfeccionar el trabajo en el cual, él no es el protagonista, sino ciertos individuos.

Es una forma metafórica de representar a cualquiera que se plante frente a su obra, la cual será expuesta el próximo 23 de mayo en en el Cable Buiding, en Broadway, Nueva York.

Esto es posible gracias al Proyecto Nueva Asociación Sudamericana de Aristas (Locos) mejor conocida como Nasal cuyas raices provienen de Ecuador, gracias a su creador, Mauricio Aguirre a quien Edwin Bethea conoció en Perú en 2018. Este país es otra de las plataformas principales del proyecto.

Foto cortesía: Eva Sakellarides

El plan busca potenciar lo que es el arte contemporáneo y con el paso de los años no sólo ha catapultado a artistas ecuatorianos en la escena internacional, sino que se han colado personas como Edwin Bethea de origen estadounidense debido a su originalidad. Esto es, sin duda, un ingrediente crucial, puesto que ellos no siguen el concepto básico de galerías, por lo que son un grupo rompedor.

Sin embargo, la autonomía intelectual de este evento recae en las manos de la venezolana Monica Sordo, una mujer bañada en arte y estudiada en distintas escuelas de diseño en Europa, especializándose en el mundo de la joyería, sin embargo ha adquirido conocimientos como curadora y ha hecho posible dicha exposición.

En su trabajo trata de enfocar esa transición caótica que va desde los 20 hasta los 30 y en la que siempre está presente el tema de la inocencia, de la dulzura. En este caso, representada por un intrigante conejito de felpa que lleva alrededor de 13 años a su lado y que en sus pinturas está cubierto de melancolía y nostalgia.

Foto cortesía: Eva Sakellarides

Este conejo por algún tiempo fue su autoretrato. “Hace algunos años cuando tenía 23 daba clases en un instituto de arte y uno de los tantos objetos que tenía para retratar era este conejito de felpa y al instante que lo tuve al frente sentí esa conexión. Me vi reflejado en él”.

Ese juguete es el protagonista de la exposición, la cual decidió llamar “A Quiet Evenning” y que es la viva representación de la inocencia, la cual siempre estará presente, inclusive cuando la negatividad y la adultez predomine en la vida.

Dicho concepto de la oscuridad puede percibirse en sus obras, así como ciertos aires de violencia reflejados en hojillas y alambres de púas, en una especie de sinonimia con lo violento, con lo peligroso pero que recubierto de oro que representa la luz que todos tienen y que por más que se intente no se puede opacar.

“Esa luz oscura siempre está presente en mi trabajo, una hojilla o un alambre de pues es algo peligroso. Físicamente y visualmente la presencia de esto genera miedo, pero cuando lo juntas con oro es algo que deseas tener y cuando lo combinas crea una colisión fantástica. Esa unión de atributos que no anticipas, entre lo negativo y lo positivo está ahí”.

A su juicio realmente no le importa que su público sienta una emoción en particular, sino que simplemente sienta, puesto que el arte reside en la transmisión de energía y sentimientos que generen la crítica y el análisis.

La técnica que ha empleado para este conejo que, de inmediato capta la atención del que lo observa, es sublime. Hay un grado de realidad que hipnotiza. Pareciera que al tocar la superficie puedes sentir la felpa y la suavidad del objeto hecho sin trazos, sino con técnicas de difuminado en la que utiliza un borrador y vuelve a suavizar para crear los brillos, las sombras y las texturas.

“Todo este proceso de composición es complicado, puede tardar días, semanas o hasta meses”, confiesa. Su trabajo al finalizar no sólo evoca sentimientos de intriga, sino que al verlo es como estar contemplando uno de esos viejos retratos de principios del siglo XX que cuelgan de viejas mansiones victorianas, inundado por tonos sepias que gritan, que hablan y cuentan una historia que quedó inmortalizada en un portaretratos.

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