Journey

48 horas en Santo Domingo

El vuelo duró tan pero tan poco que no parecíamos haber llegado…

Por: Jorge Limón
1- Santo Domingo Cathedral_4
Foto: cortesía Newlink Group / Archive

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El vuelo duró tan pero tan poco que no parecíamos haber llegado a otro país. Luego el recibimiento de sus lugareños, de un espíritu tan efusivo pero a la vez respetuoso y diáfano, que daban la impresión de ser gente como uno. Sí, quizá más expansivos dialécticamente, pero de un fenotipo parecido al de nuestra mayoría: mestizos, macizos, mulatos, trigueños, casi venezolanos… Era el Caribe y sus trucos.

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Pero no. No estábamos en Paria. Estábamos en la nación que ocupa un poco más de los dos tercios orientales de La Española, la isla que comparte con Haití y donde llegó Cristóbal Colón aquel año bautismal de 1492, cuando los indígenas taínos gobernaban con fiereza mares y heredades y cuyo epicentro luego vendría a llamarse Santo Domingo, primera capital de España en el Nuevo Mundo.

Pero no hemos venido a hablar de los tres siglos de ocupación española ni del rapto de independencia perpetrado por sus hermanos vecinos, como tampoco de sus auríferos, calmos y bien cuidados campos de golf donde millonarios y no tanto van a pasar largas temporadas, sino más bien de una lista para salir a comer y para nutrir los ojos, el alma y cultivar el coleccionismo que más temprano que tarde lo convertirán en un imán para turistas iconoclastas.

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El merengue, el ron, la cerveza, las huellas de país colonial junto con propuestas gastronómicas de alta factura y arte contemporáneo o diseño de excepción aportarán las claves extra para entender por qué República Dominicana lo tiene todo.

Ruta sugerida

1. Al llegar a Santo Domingo, hospédese en el bello, histórico pero a la vez contemporáneo Hodelpa Nicolás de Ovando, que se organiza alrededor de dos casas importantes: la central, que fuera propiedad del colono homónimo y cuya estructura data de 1502, imponente con fachada de piedra, y la prístina Casa de los Dávila, adjunta a la Capilla de los Remedios, ambas en la primera calle de América, Las Damas, en pleno centro de Santo Domingo. Aquella zona colonial compite con la de Cartagena y en sus entrañas habitan restaurantes, bares y “colmados” de maravilla. Dos días no bastan pero serán una buena dosis para diseccionar el país.

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2. En la misma calle se encuentra Kah Kow Experience, un templo del cacao que es tienda y taller a la vez, donde se pueden conocer sus orígenes, aprender de las técnicas post-cosecha y hasta crear una barra de chocolate propia en la fábrica o, con base de manteca de cacao, hacer un jabón personalizado.

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3. Diez lugares para comer parecen ocupar el decálogo de estrellas de la capital dominicana:

Primer lugar: La Cassina

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Segundo lugar: SBG Sophia’s Bar & Grill

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Tercer lugar: Pat’e Palo

Foto: 3.bp.blogspot.com

Cuarto lugar: Don Pepe

Quinto lugar: Trattoria Angiolino

Sexto lugar: Nipau

Séptimo lugar: Bottega Fratelli

Octavo lugar: Shibuya Ichiban

Noveno lugar: Samurai 

Décimo lugar: Il Bacareto

Como el tiempo es escaso, vaya de almuerzo al primero y al segundo y reserve el resto de la lista para una segunda y tercera vuelta a Santo Domingo. Para una noche de cócteles, indispensable ir a Lulú Tasting Bar: atmósfera y creaciones espirituosas de primer mundo.

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4. Tras 517 años de fundada, la capital dominicana exigía cambios para la manera de vivir puertas adentro. Así, el joven Interior Designer Andrés Augusto Aybar detectó la demanda de una arquitectura interior contemporánea y fundó El Estudio Store, en donde las tendencias de decoración y el coleccionismo de piezas que mezclan arte con design brotan en cada esquina de este sofisticado recinto décor. La visita es obligada.

Foto: cortesía Newlink Group / Archive

5. Mezcla de librería-galería-café-cinemateca, Mamey es un solaz para el esparcimiento cultural. Su dueño es un filósofo que siendo nieto y bisnieto de escritores e historiadores, le ha insuflado todo el allure intelectual al espacio, que fue la casona familiar, con esmerada sencillez y mucho cariño.

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6. Tan lejos y tan cerca a la vez está Arte Berri de la divina Bingene Armenteros, una joven galerista con maestría en Christie’s NYC quien en 1999, cuando nadie apostaba por la zona colonial, se hizo de una gran casa antigua para atrevidamente alzar una galería de arte contemporáneo. Tiene ojo para detectar talentos emergentes y ama las joyas bonitas, discretas, para brillar aún más.

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7. Al trono vanguardista del arte contemporáneo está Lyle O. Reitzel Gallery, cuyo culto director homónimo parece más venezolano que dominicano por el amor que le profesa al país, pero quien también ha construido su sitial de honor a punta de estricta curaduría y 25 años de trayectoria. Allí están los grandes del arte dominicano y latinoamericano, también los emergentes con futuro y los consagrados que todavía no llegan a maestros… todos consentidos por su patriarca emotivo.

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En nuestra siguiente visita seguiremos tras la búsqueda de maravillas como estas, las maravillas que constaten que República Dominicana lo tiene todo.

 godominicanrepublic.com